A Kindhearted Christmas

En Michael (1996), el arcángel interpretado por John Travolta arrojaba cantidades industriales de azúcar en su tazón de leche y cereales. Algo similar parece haber ocurrido con el guión de esta coproducción estadounidense-canadiense imbuida hasta el hartazgo del “espíritu navideño” y en la que no hay conflictos o puntos de giro que afrontar. Sean principales o secundarios, los personajes no atraviesan ninguna curva dramática, redención o transformación. No hay ningún Scrooge: son todos buenos al principio, en el medio y al final de la cinta.

Si en Secret Santa (2013), Jennie Garth era una reportera que investigaba quién estaba detrás de una serie de acciones filantrópicas en un pequeño pueblo, aquí intercambia roles y ella es la propietaria de una agencia turística local que decide retomar el “espíritu navideño” de su fallecido esposo y transformarse en una suerte de “amiga invisible” a gran escala que dona viajes a jóvenes músicos, alimentos al hogar infantil en el que su bondadosa sobrina oficia como trabajadora social o un árbol de Navidad gigante para el centro del pueblo de Cooperville. Todo de manera anónima y sin que nadie del pequeño pueblo perciba quién es la Secret Santa.
El presentador de un programa de televisión matutino también es recontra bueno y decide quedarse en Navidad trabajando en el canal -pese a tener vacaciones ya pagas a un destino tropical- para que un compañero pueda ir de viaje con su pareja. Entonces, lo suplanta y vuelve a su viejo rol de cronista de exteriores y viaja al nevado pueblo de Cooperville con el objetivo de cubrir las acciones filantrópicas que se están realizando de forma anónima. Comedia blanca al extremo y hasta en un sentido literal, aquí el periodismo es representado como el mejor medio para difundir y propagar la bondad y la solidaridad y, claro, el “espíritu navideño”.