
114
1959 |
Francia
Deux hommes dans Manhattan
Dos hombres de Manhattan / Dos hombres en Manhattan
Director: Jean-Pierre Melville
Reparto: Christiane Eudes, Ginger Hall, Jean-Pierre Melville, Pierre Grasset
Periodismo como tema: Central
IMDB: 6,6/10 |
Letterdbox: 3,3/5
Un delegado francés de la ONU ha desaparecido, por lo que el reportero Moreau (Jean-Pierre Melville) y el fotógrafo Delmas (Pierre Grasset) reciben el encargo de encontrarlo. Su única pista es una foto de tres mujeres.
Teletipos escupiendo cables a toda marcha, dedos golpeando con rapidez sobre máquinas de escribir, autos que aceleran y frenan, el traqueteo del subterráneo, bandas de jazz en bares nocturnos. Para Melville el periodismo es ruido: ruido sobre el ruido urbanita. O mejor, ruido que se transforma en música en las atracciones y los peligros de las noches de una gran ciudad.
Tras un duro día de trabajo, el periodista Moreau (Jean-Pierre Melville) recibe un encargo de su jefe en Agence France-Presse: investigar la sorpresiva desaparición del delegado francés en Naciones Unidas. Para cumplir con su tarea, Moreau despierta al inescrupuloso fotógrafo Delmas (Pierre Grasset) y juntos comienzan a recorrer la noche de Nueva York en busca de cuatro jóvenes mujeres que conocían al diplomático.
Tras entrevistas a las cuatro, y mientras paran por un trago, escuchan la noticia de que una de ellas, una actriz de teatro, intentó matarse. Mediante una serie de engaños logran ingresar al cuarto de hospital en el que se aloja y le arrancan una confesión: el diplomático murió en el departamento de la actriz. Delmas le saca una foto a la suicida convaleciente, le roba las llaves de su departamento y deja el hospital. El delegado está, efectivamente, muerto en el sofá, pero Delmas quiere una toma más atractiva, por lo que coloca su cuerpo en la cama junto con la foto de su amante y toma algunas fotografías. A todo esto Moreau le avisa al editor en jefe de la AFP, Aubert (Jean Lara) quien llega al departamento y le pide a Delmas los negativos. "La suya es una honorable profesión, Mosieur Delmas. La historia no dura escrita, pero sí fotografiada", dice Aubert, que quiere que el diplomático (un héroe de la resistencia) no deje una mala imagen para la posteridad. “¿Conoce algún oficial de prensa que haya entregado evidencia documental?”, protesta el fotógrafo. “El periodismo es más que esas tradiciones”, responde el jefe de la agencia. Delmas, como es de esperar, hace de cuenta que entrega los rollos, aunque se lleva los verdaderos negativos.
Durante toda la noche, ambos periodistas comienzan a ser seguidos por un auto misterioso, cuya conductora resulta ser la hija del diplomático. Desesperada por encontrar a su padre, y por proteger a su preocupada madre, se une a Moreau y acuden a todas las revistas y agencias de noticias a las que Delmas puede haberle vendido las fotos. Finalmente dan con él en un bar. Moreau les canta las mil y unas, le da un puñetazo que lo deja en el suelo y se va, acompañado por la joven. Mientras amanece, Delmas sale del bar y tira los rollos no vendidos por la alcantarilla.
Melville observa con curiosidad antropológica la noche de Manhattan de finales de los cincuenta, filmada con un score jazzero y un clima noir que la vuelven una película muy atractiva y de gran elegancia.
Tras un duro día de trabajo, el periodista Moreau (Jean-Pierre Melville) recibe un encargo de su jefe en Agence France-Presse: investigar la sorpresiva desaparición del delegado francés en Naciones Unidas. Para cumplir con su tarea, Moreau despierta al inescrupuloso fotógrafo Delmas (Pierre Grasset) y juntos comienzan a recorrer la noche de Nueva York en busca de cuatro jóvenes mujeres que conocían al diplomático.
Tras entrevistas a las cuatro, y mientras paran por un trago, escuchan la noticia de que una de ellas, una actriz de teatro, intentó matarse. Mediante una serie de engaños logran ingresar al cuarto de hospital en el que se aloja y le arrancan una confesión: el diplomático murió en el departamento de la actriz. Delmas le saca una foto a la suicida convaleciente, le roba las llaves de su departamento y deja el hospital. El delegado está, efectivamente, muerto en el sofá, pero Delmas quiere una toma más atractiva, por lo que coloca su cuerpo en la cama junto con la foto de su amante y toma algunas fotografías. A todo esto Moreau le avisa al editor en jefe de la AFP, Aubert (Jean Lara) quien llega al departamento y le pide a Delmas los negativos. "La suya es una honorable profesión, Mosieur Delmas. La historia no dura escrita, pero sí fotografiada", dice Aubert, que quiere que el diplomático (un héroe de la resistencia) no deje una mala imagen para la posteridad. “¿Conoce algún oficial de prensa que haya entregado evidencia documental?”, protesta el fotógrafo. “El periodismo es más que esas tradiciones”, responde el jefe de la agencia. Delmas, como es de esperar, hace de cuenta que entrega los rollos, aunque se lleva los verdaderos negativos.
Durante toda la noche, ambos periodistas comienzan a ser seguidos por un auto misterioso, cuya conductora resulta ser la hija del diplomático. Desesperada por encontrar a su padre, y por proteger a su preocupada madre, se une a Moreau y acuden a todas las revistas y agencias de noticias a las que Delmas puede haberle vendido las fotos. Finalmente dan con él en un bar. Moreau les canta las mil y unas, le da un puñetazo que lo deja en el suelo y se va, acompañado por la joven. Mientras amanece, Delmas sale del bar y tira los rollos no vendidos por la alcantarilla.
Melville observa con curiosidad antropológica la noche de Manhattan de finales de los cincuenta, filmada con un score jazzero y un clima noir que la vuelven una película muy atractiva y de gran elegancia.
Manuel Barrientos y Federico Poore