
184
1946 |
España
El crimen de la calle de Bordadores
El crimen de la calle de Bordadores
Director: Edgar Neville
Reparto: Antonia Plana, Manuel Luna, Mary Delgado
Periodismo como tema: Intermedio
IMDB: 6,6/10 |
Letterdbox: 3,5/5
Una mujer de buena posición aparece asesinada, pero los periodistas del diario El Liberal parecen más preocupados por sensacionalizar el suceso que por encontrar al verdadero culpable.
El homicidio de una mujer de la alta sociedad sacude la Madrid de finales del siglo XIX. Mientras comienza a correr rumores entre el pueblo, un grupo de periodistas decide convertir el caso en una noticia de resonancia, apelando al sensacionalismo propio de la prensa amarilla de la época.
En una noche oscura, una viuda acaudalada es asesinada y hay varios sospechosos de la autoría del crimen. El redactor jefe del periódico El Liberal, con los pocos datos que tiene, improvisa un artículo trepidante. “Esto es periodístico. Vamos a despertarnos todos. A armar revuelo. A hacer que la gente sospeche que es el asesino el que no lo sea. Y nosotros a tomar la defensa del más popular. Desde hoy, para vosotros, la criada es inocente”, explica a sus redactores. A las pocas horas, en las calles madrileñas, los voceadores anuncian un “espantoso suceso” como titular principal de los periódicos. El crimen (o la cobertura del crimen) divide a la sociedad, hay peleas en los bares, discusiones en los hogares.
El redactor jefe de El Liberal no titubea: “Es preciso que en este país no se hable de otra cosa”. Y ordena rastrear los antecedentes del caso. Esa necesidad periodística es la que organiza la trama, ya que dispara el primer flashback y reconstruye los hechos de acuerdo a las miradas de los sospechosos: la criada, un pretendiente de la viuda y una vendedora de lotería. Sin embargo, con el correr de la película, el hilo periodístico pierde peso y los flashback comienzan a dispararse a partir de los testimonios que se brindan en las audiencias judiciales.
Considerado como uno de los mejores directores del cine español de esos años, Neville estructura el relato con levedad, yendo del film noir a la comedia, de las escenas de zarzuela y los bailes de la bombilla a la burla sobre el accionar policial, los prejuicios de la aristocracia y el sensacionalismo de la prensa.
El guión del propio Neville se basa en una historia real: el crimen de la calle Fuencarral, acaecido en 1888.
En una noche oscura, una viuda acaudalada es asesinada y hay varios sospechosos de la autoría del crimen. El redactor jefe del periódico El Liberal, con los pocos datos que tiene, improvisa un artículo trepidante. “Esto es periodístico. Vamos a despertarnos todos. A armar revuelo. A hacer que la gente sospeche que es el asesino el que no lo sea. Y nosotros a tomar la defensa del más popular. Desde hoy, para vosotros, la criada es inocente”, explica a sus redactores. A las pocas horas, en las calles madrileñas, los voceadores anuncian un “espantoso suceso” como titular principal de los periódicos. El crimen (o la cobertura del crimen) divide a la sociedad, hay peleas en los bares, discusiones en los hogares.
El redactor jefe de El Liberal no titubea: “Es preciso que en este país no se hable de otra cosa”. Y ordena rastrear los antecedentes del caso. Esa necesidad periodística es la que organiza la trama, ya que dispara el primer flashback y reconstruye los hechos de acuerdo a las miradas de los sospechosos: la criada, un pretendiente de la viuda y una vendedora de lotería. Sin embargo, con el correr de la película, el hilo periodístico pierde peso y los flashback comienzan a dispararse a partir de los testimonios que se brindan en las audiencias judiciales.
Considerado como uno de los mejores directores del cine español de esos años, Neville estructura el relato con levedad, yendo del film noir a la comedia, de las escenas de zarzuela y los bailes de la bombilla a la burla sobre el accionar policial, los prejuicios de la aristocracia y el sensacionalismo de la prensa.
El guión del propio Neville se basa en una historia real: el crimen de la calle Fuencarral, acaecido en 1888.
Manuel Barrientos y Federico Poore