
1933 |
Estados Unidos
Picture Snatcher
Ha entrado un fotógrafo
Director: Lloyd Bacon
Reparto: James Cagney, Patricia Ellis, Ralph Bellamy, Robert Barrat
Periodismo como tema: Central
IMDB: 7,0/10 |
Letterdbox: 3,4/5
Un ex mafioso sale de prisión y decide rehacer su vida de manera honesta trabajando como fotógrafo de un diario.
Tras salir de prisión, el mafioso Danny Kean (James Cagney) sorprende a su grupo al anunciar su retiro y sus intenciones de llevar una vida limpia trabajando en un periódico. Con esta idea en mente acude a Al McLean (Ralph Bellamy), el city editor del tabloide Graphic News, que se resiste a contratarlo en virtud de su pasado. La oportunidad se presenta cuando el jefe de Al, Grover (Robert Barrat) lamenta que nadie del diario haya podido conseguir una foto de un bombero que perdió a su mujer en un incendio y se pasea por las ruinas de su hogar con una escopeta en la mano. Como es de esperar, el “duro” Danny consigue la nota y es contratado como staff photographer con un sueldo de 20 dólares a la semana. (Luego de este episodio, la relación entre Danny y el editor McLean se vuelve inquebrantable, algo infrecuente para las películas de periodistas de la época.)
La próxima gran oportunidad que se le presenta al diario y al protagonista es la de fotografiar la ejecución de una mujer en la prisión de Sing Sing. La sed de escándalo lleva al diario a empujar los límites de lo publicable, a sabiendas de que la única forma de conseguir la toma es engañando a la policía y los guardias de la prisión (que prohíben ingresar con cualquier tipo de objetos a la sala de ejecuciones), sin contar que los únicos invitados a la ejecución eran los periodistas senior de los diarios más respetables y que para conseguir un lugar en primera fila de la ejecución Danny le roba la carta de invitación a un colega de otro medio. Horas más tarde, obtiene la escabrosa fotografía por medio de una cámara que lleva escondida debajo de su pantalón y que se lleva huyendo de la policía (y de furiosos colegas) luego de ser descubierto cuando abandonaba la prisión. Tras protagonizar una persecución, saltar de un auto en movimiento y huir empujando gente en el subte, Danny llega a la redacción lleno de moretones y entrega la cámara para que revelen la foto justo a tiempo para la próxima edición.
Toda la transformación del protagonista desde sus orígenes como gángster hacia una figura respetable puede ser leída como una metáfora de aquello que las propias películas de periodistas de Hollywood estaban intentando hacer al filo de la imposición del código Hays. Sin embargo, como prueba de que este fenómeno era todavía parte de una transición, el diario en el que aterriza Danny Kean sigue teniendo las marcas de lo “poco respetable” y, de hecho, arruina reputaciones y recurre a maniobras ilegales. La película no se queda atrás: su violencia en pantalla, las dudosas credenciales morales del protagonista y la agresiva sexualidad de los personajes femeninos la vuelven una clásica película de la era pre-Code.
La fotografía escabrosa que Danny obtiene de la ejecución es un obvio guiño a la imagen de la ejecución de Ruth Snyder, obtenida de manera ilegal por el periodista del Chicago Tribune Tom Howard usando métodos similares a los que James Cagney interpreta en pantalla: una cámara de contrabando.
El director Lloyd Bacon ya había filmado una película que advertía sobre los peligros del periodismo amarillo: The Famous Ferguson Case (1932). James Cagney volvería a interpretar a un periodista en Each Dawn I Die (1939). Ralph Bellamy, aquí el city editor del periódico, tendría un papel en His Girl Friday (1940) pero como el prometido de Hildy Johnson.
La próxima gran oportunidad que se le presenta al diario y al protagonista es la de fotografiar la ejecución de una mujer en la prisión de Sing Sing. La sed de escándalo lleva al diario a empujar los límites de lo publicable, a sabiendas de que la única forma de conseguir la toma es engañando a la policía y los guardias de la prisión (que prohíben ingresar con cualquier tipo de objetos a la sala de ejecuciones), sin contar que los únicos invitados a la ejecución eran los periodistas senior de los diarios más respetables y que para conseguir un lugar en primera fila de la ejecución Danny le roba la carta de invitación a un colega de otro medio. Horas más tarde, obtiene la escabrosa fotografía por medio de una cámara que lleva escondida debajo de su pantalón y que se lleva huyendo de la policía (y de furiosos colegas) luego de ser descubierto cuando abandonaba la prisión. Tras protagonizar una persecución, saltar de un auto en movimiento y huir empujando gente en el subte, Danny llega a la redacción lleno de moretones y entrega la cámara para que revelen la foto justo a tiempo para la próxima edición.
Toda la transformación del protagonista desde sus orígenes como gángster hacia una figura respetable puede ser leída como una metáfora de aquello que las propias películas de periodistas de Hollywood estaban intentando hacer al filo de la imposición del código Hays. Sin embargo, como prueba de que este fenómeno era todavía parte de una transición, el diario en el que aterriza Danny Kean sigue teniendo las marcas de lo “poco respetable” y, de hecho, arruina reputaciones y recurre a maniobras ilegales. La película no se queda atrás: su violencia en pantalla, las dudosas credenciales morales del protagonista y la agresiva sexualidad de los personajes femeninos la vuelven una clásica película de la era pre-Code.
La fotografía escabrosa que Danny obtiene de la ejecución es un obvio guiño a la imagen de la ejecución de Ruth Snyder, obtenida de manera ilegal por el periodista del Chicago Tribune Tom Howard usando métodos similares a los que James Cagney interpreta en pantalla: una cámara de contrabando.
El director Lloyd Bacon ya había filmado una película que advertía sobre los peligros del periodismo amarillo: The Famous Ferguson Case (1932). James Cagney volvería a interpretar a un periodista en Each Dawn I Die (1939). Ralph Bellamy, aquí el city editor del periódico, tendría un papel en His Girl Friday (1940) pero como el prometido de Hildy Johnson.
Manuel Barrientos y Federico Poore