64
1963 |
Estados Unidos
Shock Corridor
Corredor sin retorno
Director: Sam Fuller
Reparto: Constance Towers, Gene Evans, Peter Breck
Periodismo como tema: Central
IMDB: 7,4/10 |
Letterdbox: 3,8/5
N Golden Globes
Dispuesto a todo por obtener un premio Pulitzer, un periodista simula padecer una enfermedad psiquiátrica y se interna en un instituto de salud mental con el objetivo de resolver un asesinato.
Shock Corridor es una de las películas más duras, salvajes y angustiantes de la historia del cine. Y, obviamente, del cine acerca del periodismo. El gran Sam Fuller es el guionista, productor y director de esta obra maestra, rodada en solo diez días y que sometió a sus actores a un verdadero tour de force. El epígrafe preanuncia: “A aquellos que quiere destruir, Dios los vuelve locos”. Pero los protagonistas no escucharán esta advertencia.
Johnny Barrett es un periodista del Daily Globe que simula ser un obseso sexual y se infiltra en un instituto neuropsiquiátrico donde ocurrió un extraño asesinato. Pero más que conocer la verdad, Barrett aspira a lograr su máxima aspiración: “Desde niño quise ser un gran periodista, este asunto me lleva directo al Pulitzer”. Durante un año se prepara junto al director del diario y cuenta con la ayuda de un psiquiatra. Su mujer, también periodista, se niega a participar, porque intuye los peligros de encierra la aventura. “El hombre que amo es un periodista normal”, dice. Teme a que Barrett termine repitiendo la historia de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Ambos tienen poco dinero y ella trabaja de stripper. Finalmente, se ve obligada a colaborar y se hace pasar por la hermana de Johnny y lo denuncia por agresiones.
Ya en el instituto, la historia se va volviendo cada vez más oscura. Fuller le ofrece al espectador a través del uso de la voz en off los pensamientos interiores de su protagonista, que se van volviendo cada vez más tortuosos. Con agria ironía, uno de los enfermeros se burla de Johnny y lo llama “Sr. Pulitzer”. Tres son los internos que fueron testigos del asesinato. Barrett va acercándose a ellos uno por uno. El primero es un veterano de la guerra de Corea que se volvió comunista y denuncia que los periodistas lo acosaban sin parar; ahora se cree un soldado confederado. El segundo es un joven afroamericano que logró estudiar en las exclusivas universidades para blancos, pero terminó creyéndose en un WASP racista y fundador del Ku Klux Klan. El tercero es un físico nuclear afectado por un proceso de regresión que lo lleva a creer que tiene seis años. Cada uno de estos personajes muestran las grietas del sueño americano, en un país que acaba de sufrir el asesinato del presidente John F. Kennedy. Pese a estos obstáculos, Johnny avanza con la investigación y logra que uno de los pacientes le diga el nombre del asesino.
La victoria de Barrett, sin embargo, será pírrica: es un periodista que ha perdido la voz, con pabellones que se tornan cada vez más laberínticos y sesiones de electroshock que van minando su humanidad.
Johnny Barrett es un periodista del Daily Globe que simula ser un obseso sexual y se infiltra en un instituto neuropsiquiátrico donde ocurrió un extraño asesinato. Pero más que conocer la verdad, Barrett aspira a lograr su máxima aspiración: “Desde niño quise ser un gran periodista, este asunto me lleva directo al Pulitzer”. Durante un año se prepara junto al director del diario y cuenta con la ayuda de un psiquiatra. Su mujer, también periodista, se niega a participar, porque intuye los peligros de encierra la aventura. “El hombre que amo es un periodista normal”, dice. Teme a que Barrett termine repitiendo la historia de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Ambos tienen poco dinero y ella trabaja de stripper. Finalmente, se ve obligada a colaborar y se hace pasar por la hermana de Johnny y lo denuncia por agresiones.
Ya en el instituto, la historia se va volviendo cada vez más oscura. Fuller le ofrece al espectador a través del uso de la voz en off los pensamientos interiores de su protagonista, que se van volviendo cada vez más tortuosos. Con agria ironía, uno de los enfermeros se burla de Johnny y lo llama “Sr. Pulitzer”. Tres son los internos que fueron testigos del asesinato. Barrett va acercándose a ellos uno por uno. El primero es un veterano de la guerra de Corea que se volvió comunista y denuncia que los periodistas lo acosaban sin parar; ahora se cree un soldado confederado. El segundo es un joven afroamericano que logró estudiar en las exclusivas universidades para blancos, pero terminó creyéndose en un WASP racista y fundador del Ku Klux Klan. El tercero es un físico nuclear afectado por un proceso de regresión que lo lleva a creer que tiene seis años. Cada uno de estos personajes muestran las grietas del sueño americano, en un país que acaba de sufrir el asesinato del presidente John F. Kennedy. Pese a estos obstáculos, Johnny avanza con la investigación y logra que uno de los pacientes le diga el nombre del asesino.
La victoria de Barrett, sin embargo, será pírrica: es un periodista que ha perdido la voz, con pabellones que se tornan cada vez más laberínticos y sesiones de electroshock que van minando su humanidad.
Manuel Barrientos y Federico Poore