1942 |
Argentina
Ven… mi corazón te llama
Ven… mi corazón te llama
Director: Manuel Romero
Reparto: Elena Lucena, Elvira Ríos, Enrique Roldán, Segundo Pomar, Tito Lusiardo
Periodismo como tema: Central
IMDB: 6,1/10 |
Letterdbox: N/A/5
El periodista Arturo Campos (Enrique Roldán) lleva adelante una campaña contra las casas de juego. Pero sin saberlo, su investigación terminará involucrando a su mujer ludópata.
Un periodista lleva a cabo una campaña contra las casas de juego, sin saber que el dueño de una de ellas tiene en su poder un pagaré firmado por su propia esposa, a quien cree curada de su ludopatía. La mujer es acusada del asesinato del tahur y su esposo se constituye en defensor. Como suele ocurrir en muchas películas de Manuel Romero, este melodrama hilvana el musical, la comedia y el drama con fluidez y busca ser un vehículo para el lucimiento de la estrella mexicana Elvira Ríos -en su primer filme rodado en la Argentina-, que aquí encarna a la misteriosa y compleja cantante de boleros Sombra Rey. Abogado y dueño del diario El Censor, Arturo Campos (Enrique Roldán) tiene claras aspiraciones políticas y denuncia desde sus páginas a los dueños del negocio del juego ilegal que funcionan usando como tapadera las boîtes porteñas. Asegura que tiene el apoyo de la Gobernación y solicita una orden de allanamiento contra la sala Azteca, donde se destaca la cantante mexicana Sombra Rey. El Censor tiene una contrafigura: La Voz, al que Campos califica como un “pasquín comprado por tahures”. Cruzado de la moral y las buenas costumbres, el editor se autodefine como un “terrible enemigo del juego” y se compromete a no callar hasta no ver cerrada la boite. “¡Por qué voy a tener miedo, estamos en un país donde hay leyes todavía”, dice. Pero no sabe que tiene en su propia familia el talón de Aquiles. Su esposa Lucila (Alicia Barrié) sostiene que se ha recuperado de la ludopatía, pero en realidad sigue siendo una jugadora empedernida. El dueño del Azteca y esposo de Sombra es Julián Castro (Segundo Pomar), que analiza cómo sacarse de encima a Campos y su “maldito diario”. Piensa en comprar el periódico o en darle un “buen susto”. Pero sus opciones se simplifican cuando descubre que Lucila es una de las principales clientas y contrae una deuda impagable con él. A cambio de más fichas para seguir jugando, le hace firmar un documento. Ahora tiene una herramienta para acallar a “ese puritano imbécil” de Campos. Con el pagaré en sus manos, llama a La Voz y le promete una primicia rutilante. Pero cuando el reportero llega a su oficina, lo encuentra asesinado con un cortapapel de acero. En la última parte de la película, se hace fuerte el hilo del policial. “Yo pondré mi diario al servicio del esclarecimiento”, declara Campos, que también ofrece recompensa monetaria en el diario a quien aporte datos acerca de la “misteriosa mujer rubia” que es señalada como la principal sospechosa. Pero la trama vuelve a girar cuando descubre que la posible asesina es su esposa. “Mi nombre, mi diario, mi carrera están hundidos para siempre y tú eres la culpable”, la acusa. Sin dudarlo, ordena que El Censor deje de salir y decide entregar a Lucila a la policía. A la vez, se convierte en su abogado defensor. Y el filme transmuta a drama legal, sin nunca perder los apuntes humorísticos que recaen en Tito Lusiardo y Elena Lucena. “Desde luego, la línea argumental no es la que más firmeza acusa. Pero el autor y director le aplica la suficiente agilidad, y los resortes risueños necesarios para que sostengan la armazón del vistoso y animado espectáculo”, señaló el crítico Calki en las páginas de El Mundo.
Manuel Barrientos y Federico Poore