1964 |
Estados Unidos
Sex and the Single Girl
La pícara soltera
Director: Richard Quine
Reparto: Henry Fonda, Lauren Bacall, Natalie Wood, Tony Curtis
Periodismo como tema: Intermedio
IMDB: 6,4/10 |
Letterdbox: 3,0/5
El reportero mujeriego de una revista sensacionalista se hace pasar por su vecino para conseguir un reportaje sobre la renombrada psicóloga Helen Gurley Brown.
Con un reparto de grandes figuras, fotografía technicolor y música de Count Basie, esta comedia arranca como una verdadera bacanal que celebra la liberación de los años 60. En la reunión de redacción de la revista Stop, se combinan los trajes atildados, los pases de cocaína, la marihuana y el humor absurdo. Los acusan de hacer un periodismo monstruoso, pura basura y ellos festejan el notable crecimiento en las ventas y cómo se han convertido en la publicación “más influyente del mundo”. Es claro que la película está ambientada en pleno boom de los magazine a todo color (las oficinas de Stop son muy amplias y están en la cima en términos de vanguardia tecnológica).
Allí ungen al redactor estrella Bob Weston (Tony Curtis, en un papel hecho a medida) como la mente más malévola, vulgar y corrupta del mundo editorial. Y él agradece el elogio: “Compartimos la misma falta de ideales”. Pero anuncia que aún no han visto nada, que va a doblar la apuesta, que está urdiendo un plan, algo vicioso, sucio y asqueroso. Y decide que su próxima víctima sea Helen Brown (una gran Natalie Wood), una psicoanalista que acaba de publicar el best seller Sex and the Single Girl. Weston no duda y la acusa de ser una joven virgen que no tiene idea de aquello que habla. Y se hace pasar por un paciente con problemas matrimoniales para poder narrar el detrás de escena de la psicoanalista.
Comedia de enredos y mentiras múltiples, ni siquiera se priva de una alocada persecución automovilística y continuas referencias a Jack Lemmon (compañero de Curtis en el clásico Some Like It Hot). Pese a sus referencias claras al destape sexual, la liberación femenina, el psicoanálisis y el mundo de las drogas, termina primando la moral conservadora.
Manuel Barrientos y Federico Poore