Tacones lejanos

Pedro Almodóvar la definió como un “melodrama con mayúsculas”. Y así es: tiene todos los ingredientes del género sumados a los toques propios del director manchego y una mirada crítica acerca de los medios y el mundo del espectáculo.

Victoria Abril es Rebeca, una presentadora de noticias en una cadena de televisión, que está traumatizada por la relación con su madre (Paredes), Becky del Páramo, una artista de gran éxito, que la abandonó de pequeña. Luego de varios años en México, Becky decide regresar a Madrid, aunque está más pendiente del reconocimiento de la prensa que de recuperar el vínculo con su hija. De hecho, en el aeropuerto, Rebeca le cuenta a su madre que van a estar tranquilas, porque no dio aviso a ningún periodista acerca de la hora de arribo de su madre, pero Becky se lo reprocha, porque está ávida de poder hablar con los medios.
Para complicar más la cuestión, Becky descubre que su hija está casada con Manuel, el director del canal de televisión en el que trabaja, y que no es más que un antiguo periodista con el que estuvo de novio en los comienzos de su carrera.

Pero Manuel aparece asesinado de modo misterioso y el caso llega a la tapa de los diarios y gana minutos en la televisión. En pleno noticiero, Rebeca confiesa que ella es la asesina. El jefe de cámaras ordena que no corten la transmisión, porque quiere sacar provecho de lo que sucede en directo. El juez da la orden de arresto y la policía llega a los estudios para ejecutar la detención de Rebeca en vivo.

Asesinatos múltiples, confesiones televisadas, escenas carcelarias, identidades falsas: todo cabe en este melodrama almodovariano.