
1949 |
Reino Unido
All Over the Town
All Over the Town
Director: Derek N. Twist
Reparto: Cyril Cusack, Norman Wooland, Ronald Adam, Sarah Churchill
Periodismo como tema: Central
IMDB: 6,6/10 |
Letterdbox: N/A/5
Un poderoso anunciante choca con la dirección de un periódico cuando el medio busca desenmascarar un acuerdo inmobiliario fraudulento.
Tras la guerra, Nat Hearn (Norman Wooland) regresa a su pequeña ciudad costera, donde trabajaba como redactor del Tormouth Clarion. Todos parecen contentos por su regreso excepto el avejentado dueño del periódico local, que acepta a regañadientes el hecho de que por ley debe volver a contratarlo (la película lo muestra como un tacaño que no invierte lo suficiente en la publicación ni en sus empleados).
Esa misma tarde, Nat conoce a Sally Thorpe (Sarah Churchill, hija de Winston), que en su ausencia estuvo escribiendo buena parte de los artículos del diario y que ahora se muestra feliz de poder renunciar y dejar de ganarse la vida “comentando trivialidades”. Y es que el Tormouth Clarion jamás se caracterizó por su mordacidad. Tan sencillo y automático es el proceso que ambos improvisan en voz alta cómo redactarían una nota tonta como las que suele publicar el periódico, una escena similar a la que interpretan Montgomery Clift y Myrna Loy al inicio de Lonelyhearts (1958). La siguiente secuencia muestra imágenes de los dos cronistas en acción, cubriendo diferentes eventos sociales a lo largo y ancho de la ciudad, mientras escuchamos una discusión posterior entre ambos sobre cómo redactarlos y el sonido del tecleo de una máquina de escribir.
Al poco tiempo, el viejo dueño muere y el heredero le propone a Nat ingresar a la sociedad y pasar a ser el editor en jefe del Clarion. Si bien eso resiente su inminente casamiento con Sally (de quien se había enamorado), el protagonista acepta, convencido de la promesa que le hacen de que tendrá “total control editorial” sobre la publicación. Pero lo inevitable sucede: al parecer, su libertad no es tal. Ya la primera edición lo enfrenta con una actriz de teatro, ofendida por una reseña, y con un desarrollador inmobiliario que acaba de presentar un controversial plan de viviendas. “Pensé que éramos amigos”, le espeta el empresario tras apersonarse en la redacción. “Y podemos serlo, si no le importa que su programa de viviendas sea discutido en las páginas del Clarion”, responde Nat, incólumne. En vistas de estos conflictos, y del retiro de importantes anunciantes, el hijo del fallecido dueño pone el grito en el cielo. Prefiere el modelo anterior: un periódico que se limita a los avisos parroquiales y a las notas de color para evitar tocar los interes de la elite del distrito (de la cual su padre, también concejal de Tormouth, formaba parte).
El protagonista no da el brazo a torcer y busca obtener información que pruebe que años atrás hubo un mejor plan de desarrollo urbano que fue reemplazado por este negocio turístico. Mientras tanto, los socios del diario y sus empresarios amigos tratan de comprar o sobornar a su personal, ofreciéndoles lucrativos empleos y hasta una semana inmediata de vacaciones que en la práctica termina operando con una suerte de lockout patronal en contra del propio editor en jefe del periódico.
Pero Nat y Sally, junto con un grupo de empleados leales, siguen adelante. Sus armas son el lápiz y el papel. Como en muchas películas posteriores, de Deadline - USA (1952) a The Paper (1994), el momento de la verdad se juega en las imprentas (o las rotativas). El clímax del film tiene lugar en una audiencia pública en torno al tema de la vivienda donde uno de los jóvenes periodistas ingresa con copias del diario que produjo con recuersos precarios y hace llegar “la verdad” y “los hechos” a los ciudadanos, derrotando el desarrollo inmobiliario que amenazaba con echar familias a complejos de viviendas lejos de las playas. El final feliz muestra además al heredero finalmente amigado con el cronista, convencido de que el periodismo profesional, valiente y a favor del ciudadano es efectivamente la mejor manera de llevar adelante el negocio periodístico (lo termina por convencer la alta demanda por ejemplares que recibe el Clarion tras hacer su debut como diario serio y comprometido).
Manuel Barrientos y Federico Poore