Bruce Almighty

Jim Carrey fue uno de los líderes de la taquilla entre mediados de la década de los ‘90 y el comienzo del nuevo siglo. Aquí interpreta a un cronista de exteriores de una emisora televisiva de Buffalo, que está insatisfecho con su trabajo. Aspira a convertirse en el presentador del noticiero central, pero pasa los días cubriendo notas de color con toques de humor. “No tengo ninguna credibilidad”, se lamenta ante su esposa (Jennifer Aniston, en pleno furor de Friends).

Sus premoniciones se confirman: el puesto de conductor queda a manos de Evan Baxter (Steve Carell). Y recibe la información en vivo, mientras cubre un aniversario de las Cataratas del Niágara. Su habitual bonhomía ante las cámaras se desmorona y tiene un ataque de furia que provoca su despido.

Las quejas por su pésima suerte llegan al mismísimo Dios, que no es otro que Morgan Freeman. Deseoso de tomarse unas vacaciones, el Señor Todopoderoso deja a Bruce a cargo de todo por una semana. Y el periodista aprovecha la oportunidad para recuperar su lugar en la cadena, inventando noticias para cubrirlas como primicia. Pasa de ser “Bruce El Chiflado” a convertirse en Mr. Exclusive. “Si usted me da una cámara, yo le daré noticias”, le asegura a su director (Philip Baker Hall). También usa sus poderes para vengarse de Evan Baxter, hasta lograr que lo designen como el nuevo presentador.

Ungido como reemplazo de Dios, el personaje de Carrey permite observar algunos tópicos habituales en la representación de la figura de los periodistas: el egocentrismo, la omnipresencia de la televisión en directo, la omnipotencia (“Creo poder ayudar al mundo”) y el carácter efímero y oscilante del estrellato.

El éxito de taquilla generó una olvidable secuela, Evan Almighty (Shadyac, 2007), en la que el personaje interpretado por Carell es electo congresista y Dios le pide que construya una gran arca ante un nuevo diluvio universal.