
2019 |
Estados Unidos, España, Chile, Perú
Canción sin nombre
Canción sin nombre
Director: Melina León
Reparto: Lucio Rojas, Pamela Mendoza, Tommy Párraga
Periodismo como tema: Intermedio
IMDB: 7,0/10 |
Letterdbox: 3,6/5
N Cannes
El joven periodista Pedro Campos (Tommy Párraga) investiga la misteriosa desaparición de un bebé recién nacido.
Perú, 1988. Pedro Campos (Tommy Párraga), un periodista homosexual de Lima, investiga la misteriosa desaparición del bebé recién nacido de Georgina Condori (Pamela Mendoza), una mujer humilde oriunda de Ayacucho que dio a luz en una clínica que resultó no ser tal. Georgina lleva su denuncia, sin éxito, a la comisaría local y al Palacio de Justicia. Es recién cuando se presenta en el periódico local donde Campos trabaja que aceptan investigar su caso.
Ambientada durante la aguda crisis social y política de la primera gestión de Alan García, entre apagones y toques de queda, el film presenta a sus dos personajes centrales antes de cruzar sus destinos y de entrada, con tan solo ver el hogar y el empleo de cada uno, queda claro que pertenecen a sectores sociales bien distintos. La víctima es pobre y de origen rural; el periodista, urbano y de clase media.
La redacción del periódico limeño es bulliciosa pero sencilla. Pedro intenta cubrir su historia a pesar del deseo de su editor, que quiere en su lugar siga con otros temas -al principio del film se lo ve cubriendo lo que parece ser un operativo oficial contra Sendero Luminoso- y en un ambiente general de anomia. El cronista intentará aprovechar sus contactos con las autoridades (un funcionario, un juez, un senador) para conseguir más información o visibilidad para su causa, con diversa suerte. Se trata, sin dudas, de una batalla cuesta arriba.
Una escena aislada muestra el carácter anestesiador del resto de la prensa (“Tren eléctrico: una realidad”, es la celebratoria tapa de un periódico) y hacia el final es poco lo que el periodista logra hacer por el caso en cuestión. La película termina justo después de que Pedro es amenazado por una persona anónima y se despide abruptamente de su interés romántico, con la excusa de que debe hacer un viaje de trabajo.
Debut en la dirección de Melina León, le valió a la cineasta una nominación a la Cámara de Oro en Cannes y una treintena de premios en otros festivales. "Es verdad que, en algunas situaciones, cierto pintoresquismo (como el de las escenas de danzas indígenas en cámara lenta) y el tratamiento de determinadas cuestiones políticas, pueden resultar un tanto familiares para un espectador acostumbrado a relatos de este tipo en América Latina, pero a León le juega a favor esa discreción: una puesta en escena precisa pero no vistosa y un tono que apuesta más por el dolor y la tristeza que por la más convencional denuncia", escribió Diego Lerer en Otros Cines.
Ambientada durante la aguda crisis social y política de la primera gestión de Alan García, entre apagones y toques de queda, el film presenta a sus dos personajes centrales antes de cruzar sus destinos y de entrada, con tan solo ver el hogar y el empleo de cada uno, queda claro que pertenecen a sectores sociales bien distintos. La víctima es pobre y de origen rural; el periodista, urbano y de clase media.
La redacción del periódico limeño es bulliciosa pero sencilla. Pedro intenta cubrir su historia a pesar del deseo de su editor, que quiere en su lugar siga con otros temas -al principio del film se lo ve cubriendo lo que parece ser un operativo oficial contra Sendero Luminoso- y en un ambiente general de anomia. El cronista intentará aprovechar sus contactos con las autoridades (un funcionario, un juez, un senador) para conseguir más información o visibilidad para su causa, con diversa suerte. Se trata, sin dudas, de una batalla cuesta arriba.
Una escena aislada muestra el carácter anestesiador del resto de la prensa (“Tren eléctrico: una realidad”, es la celebratoria tapa de un periódico) y hacia el final es poco lo que el periodista logra hacer por el caso en cuestión. La película termina justo después de que Pedro es amenazado por una persona anónima y se despide abruptamente de su interés romántico, con la excusa de que debe hacer un viaje de trabajo.
Debut en la dirección de Melina León, le valió a la cineasta una nominación a la Cámara de Oro en Cannes y una treintena de premios en otros festivales. "Es verdad que, en algunas situaciones, cierto pintoresquismo (como el de las escenas de danzas indígenas en cámara lenta) y el tratamiento de determinadas cuestiones políticas, pueden resultar un tanto familiares para un espectador acostumbrado a relatos de este tipo en América Latina, pero a León le juega a favor esa discreción: una puesta en escena precisa pero no vistosa y un tono que apuesta más por el dolor y la tristeza que por la más convencional denuncia", escribió Diego Lerer en Otros Cines.
Manuel Barrientos y Federico Poore