1986 |
Francia, Italia, Alemania Federal

Ginger & Fred

Ginger y Fred

Director: Federico Fellini
Reparto: Franco Fabrizi, Giulietta Masina, Marcello Mastroianni
Periodismo como tema: Intermedio
star
IMDB: 7,2/10 |
Letterdbox: 3,5/5

N Golden Globes, N BAFTA

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Una pareja de bailarines que habían saltado a la fama gracias a su perfecta imitación de Ginger Rogers y Fred Astaire se reúnen años después en Roma para aparecer en un programa de televisión.

Otrora populares por la imitación de Ginger Rogers y Fred Astaire, dos bailarines de edad avanzada (los extraordinarios Giulietta Masina y Marcello Mastroianni) son invitados a participar en un especial de Navidad televisivo. Bajo ese argumento, Federico Fellini construye una de sus últimas películas que es, a la vez, una crítica mordaz del mundo de la televisión y una mirada tierna y nostálgica hacia sus personajes.

Aquí, la tevé es el reino de las falsas celebridades: en el plató imperan los imitadores, los dobles, de simulacros en abismo. Giulietta Masina interpreta a Amelia Bonetti, que imita a Ginger Rogers, pero que es confundida como la doble de Bette Davis. Hay falsos Ronald Reagan, Lucio Dalla, reinas de Inglaterra, Brigitte Bardot, Telly Savalas, Woody Allen y hasta Marcel Proust. Entre la masa uniforme de freaks aparecen almirantes, frailes, el mago de la cirugía plástica, bailarines liliputienses, una mujer que dejó su hogar enamorada de un extraterrestre, un fraile. Y hasta un jefe mafioso que batió el récord de secuestros, “a su manera una celebridad”, como comenta otro personaje. Y el Pippo Botticella que interpreta Mastroianni dice: “¿Qué se han creído de meternos con los demás como focas amaestradas?”

Hay espacio para la espectacularización de la política, con el Presidente de Italia que pasa a saludar por la sala de maquillaje y recuerda que, de joven, imitaba a Fred Astaire frente al espejo.Y es lógico que el primer mandatario esté ahí, porque el filme muestra un espacio público dominado por los medios. Hay televisores encendidos en la mayoría de las escenas, aparecen en los colectivos, en las camionetas, en las estaciones de tren, en el lobby del hotel, en los cuartos de los hoteles. Y el cielo está gobernado por una antena… de televisión.

Otro de los personajes que pueblan el set televisivo es una mujer que formó parte de un experimento social que hizo el propio programa y que consistió en contratarla a cambio de impedirle ver televisión durante un mes. Ante las preguntas del presentador del especial de Navidad, responde acongojada: “¡Nunca más! ¡Nunca más! ¡Fue horrible! Nos pagaron una buena suma, ¡pero ese dinero está maldito! No es justo hacerle estas cosas a los pobres, sobre todo cuando hay niños y ancianos. Nunca repetiría algo así, fue una experiencia terrible”.De todos modos, el dominante mundo televisivo también es un gigante de pies de barro, cuya hegemonía está sujeta a potenciales cortes del sistema eléctrico.

Si Fellini creó en Otto e Mezzo (1963) a uno de los reporteros más emblemáticos de la historia del cine, aquí la prensa parece estar al servicio del propio sistema mediático, retroalimentando su incidencia en la agenda pública. El cineasta italiano pone el foco sobre la metatelevisión, en la que otros programas anticipan y analizan qué sucederá con el especial de Navidad.

A diferencia de lo que sucede en las posteriores Celebrity (Woody Allen, 1998) y The Truman Show (Peter Weir, 1998), en esta película no hay una mirada cruel hacia sus personajes. En Fellini hay ternura y cariño hacia sus Ginger y Fred que, como se autodefinen, son “fantasmas que vienen de la oscuridad y se desvanecen”.

Manuel Barrientos y Federico Poore