
124
1993 |
Francia
L’arbre, le maire et la médiathèque
El árbol, el alcalde y la mediateca
Director: Éric Rohmer
Reparto: Arielle Dombasle, Fabrice Luchini, Pascal Greggory
Periodismo como tema: Central
IMDB: 7,0/10 |
Letterdbox: 3,8/5
El alcalde de un pueblo busca construir un centro cultural a pesar de la resistencia del director de la escuela. Una periodista de la ciudad acude a cubrir el debate.
El alcalde socialista de un pueblo campesino busca construir un gran centro cultural, pero el director de la escuela se opone a la iniciativa. Una periodista parisina cubre la noticia para una revista.
Eric Rohmer describe el modo en que los ciudadanos de una pequeña ciudad francesa debaten acerca de la construcción de un centro cultural que impulsa el alcalde para proyectar nacionalmente su imagen política. Guiado por las entrevistas que realiza Blandine Lenoir (Clémentine Amouroux), periodista de una revista parisina, la película adquiere por momentos un tono de cine semi-documental, que permite indagar la política desde lo cotidiano. La intención de Rohmer parece ser analizar cómo los “ciudadanos” intervienen, discuten, rechazan, aprueban las políticas públicas. Este postulado no significa, sin embargo, que busque “reflejar” la realidad diaria. Como explica el mismo director, “el arte no es un reflejo de su tiempo, le precede. No debe seguir los gustos del público, sino adelantarlos. Debe permanecer sordo a las estadísticas y los gráficos y debe desconfiar especialmente de la publicidad como de la peste”.
En este sentido, Rohmer cuestiona la seducción consumista, arraigada en el imaginario social de los años 90, de los proyectos a corto plazo (especialmente, la “visibilidad evidente” de las grandes obras públicas, como en este caso la mediateca) que amenazan con volver “superflua” la discusión política. Es decir, la construcción de edificios públicos como una evidencia incuestionable y la consideración del debate como una “máquina de impedimento”. En otras palabras, el desplazamiento del ciudadano a la categoría de consumidor–cliente.
El periodismo se exhibe como un espacio abierto a que los políticos (es decir, todos los ciudadanos) planteen sus inquietudes, sus argumentos, sus propuestas, sus disidencias. De esta manera, es por medio de las distintas entrevistas que realiza la periodista que Rohmer nos acerca los distintos puntos de vista de quienes viven en la ciudad. Se respira en la película una verdadera democratización de la palabra, en la que la voz de una niña de diez años, por ejemplo, brilla por su inteligencia y se vuelve una piedra basal de la película. Sin embargo, también enfoca el problema de la jerarquización del periodismo y las opacidades de ese “espejo” que pretenden ser los sistemas de comunicación. Es decir, la diversidad de puntos de vista (y de necesidades) también está presente, como no podía ser de otra forma, entre los periodistas. Así, el director expone las diferencias entre la cronista y su editor. De hecho, la periodista decide irse de la revista y opta por trabajar para UNESCO.
El árbol... rompe con los cánones tradicionales de la representación cinematográfica acerca del periodismo en varios sentidos. Por un lado, Rohmer elige estudiar el debate sobre “lo público” desde una zona muchas veces olvidada, o sometida a una representación reduccionista, por los sistemas de comunicación: el de las pequeñas y medianas ciudades de las provincias. También se postula como contrahegemónica por otro motivo: las personas hablan y discuten sobre política. Todos, desde la hija de un maestro hasta un editor de una revista “seria”, tienen algo para decir sobre la posibilidad de construir el centro cultural.
Eric Rohmer describe el modo en que los ciudadanos de una pequeña ciudad francesa debaten acerca de la construcción de un centro cultural que impulsa el alcalde para proyectar nacionalmente su imagen política. Guiado por las entrevistas que realiza Blandine Lenoir (Clémentine Amouroux), periodista de una revista parisina, la película adquiere por momentos un tono de cine semi-documental, que permite indagar la política desde lo cotidiano. La intención de Rohmer parece ser analizar cómo los “ciudadanos” intervienen, discuten, rechazan, aprueban las políticas públicas. Este postulado no significa, sin embargo, que busque “reflejar” la realidad diaria. Como explica el mismo director, “el arte no es un reflejo de su tiempo, le precede. No debe seguir los gustos del público, sino adelantarlos. Debe permanecer sordo a las estadísticas y los gráficos y debe desconfiar especialmente de la publicidad como de la peste”.
En este sentido, Rohmer cuestiona la seducción consumista, arraigada en el imaginario social de los años 90, de los proyectos a corto plazo (especialmente, la “visibilidad evidente” de las grandes obras públicas, como en este caso la mediateca) que amenazan con volver “superflua” la discusión política. Es decir, la construcción de edificios públicos como una evidencia incuestionable y la consideración del debate como una “máquina de impedimento”. En otras palabras, el desplazamiento del ciudadano a la categoría de consumidor–cliente.
El periodismo se exhibe como un espacio abierto a que los políticos (es decir, todos los ciudadanos) planteen sus inquietudes, sus argumentos, sus propuestas, sus disidencias. De esta manera, es por medio de las distintas entrevistas que realiza la periodista que Rohmer nos acerca los distintos puntos de vista de quienes viven en la ciudad. Se respira en la película una verdadera democratización de la palabra, en la que la voz de una niña de diez años, por ejemplo, brilla por su inteligencia y se vuelve una piedra basal de la película. Sin embargo, también enfoca el problema de la jerarquización del periodismo y las opacidades de ese “espejo” que pretenden ser los sistemas de comunicación. Es decir, la diversidad de puntos de vista (y de necesidades) también está presente, como no podía ser de otra forma, entre los periodistas. Así, el director expone las diferencias entre la cronista y su editor. De hecho, la periodista decide irse de la revista y opta por trabajar para UNESCO.
El árbol... rompe con los cánones tradicionales de la representación cinematográfica acerca del periodismo en varios sentidos. Por un lado, Rohmer elige estudiar el debate sobre “lo público” desde una zona muchas veces olvidada, o sometida a una representación reduccionista, por los sistemas de comunicación: el de las pequeñas y medianas ciudades de las provincias. También se postula como contrahegemónica por otro motivo: las personas hablan y discuten sobre política. Todos, desde la hija de un maestro hasta un editor de una revista “seria”, tienen algo para decir sobre la posibilidad de construir el centro cultural.
Manuel Barrientos y Federico Poore