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1956 |
Argentina

Los tallos amargos

Los tallos amargos

Director: Fernando Ayala
Reparto: Aída Luz, Carlos Cores, Julia Sandoval, Vassili Lambrinos
Periodismo como tema: Intermedio
star
IMDB: 7,6/10 |
Letterdbox: 4,0/5

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Un periodista (Carlos Cores) comienza un negocio que le dejará dinero fácil estafando gente en un curso de periodismo por correspondencia.
Aquejado por las deudas y la vacuidad de su trabajo, un cronista decide asociarse con un inmigrante húngaro para llevar adelante una academia de periodismo por correspondencia.

Ayala presenta a Gasper (Carlos Cores) como un hombre agobiado. El jefe de redacción del diario La Voz lo regaña por sus tardanzas y la falta de vigor y lo envía a cubrir un incendio, pese a que el cronista reconoce no haber leído los diarios de la competencia ni escuchado los noticieros radiofónicos. También trabaja como traductor, pero el dueño le reprocha la poca fluidez de sus traducciones y le demora el pago. Publica cuentos en revistas, pero apenas recibe unas monedas a cambio. Tiene 32 años y aún vive con su madre y su hermana en el conurbano bonaerense. Está ahogado por un crédito y su madre le insiste para que pida un adelanto de sueldo que les permita pagar el alquiler. Con todo, las dificultades económicas no son lo que más aquejan a Gasper: quiere una vida que le permita sentirse importante, valioso. “Llegué al periodismo esperando una vida de aventuras, visitar países, discutir con hombres de Estado, ser uno de esos personajes de los libros y las novelas. ¡Un héroe, un héroe, Andreani!”, reconoce ante un compañero de redacción.

En un bar nocturno encuentra la solución a sus problemas. Paar Liudas (Vassili Lambrinos), un barman de origen húngaro, le cuenta que también trabajó como periodista en Europa y que debió escapar de la policía por dedicarse al contrabando para sobrevivir. Le dice que el periodismo puede ser “un gran negocio”. Descreído, Gasper contesta que con “el periodismo no se llega a nada”. Pero Liudas le insiste y le dice que hay miles de inocentes que creen que el periodismo es “una varita mágica” que permite acceder a lugares, personajes y situaciones maravillosas. Y le propone montar una pequeña gran estafa: una academia de periodismo por correspondencia. Copian noticias y cuentos del archivo del diario, les cambian los nombres de los autores y los personajes y los envían de forma gratuita a los diarios del interior del país, a cambio de que publiciten su academia. Así comienza a acumularse los estudiantes y sus giros de dinero. “Vamos a ser los dueños de una gran cadena de diarios en todo el país”, promete Liudas con su castellano confuso. Pero la academia no es solo una solución económica. Su socio le confiesa que, en realidad, necesita dinero para lograr traer a su mujer y sus hijos a la Argentina, sacarlos del desolado panorama de la Europa del Este de los años cincuenta. Entonces, Gasper siente que su trabajo es valioso, que puede a su modo “hacer la guerra”, ser un héroe.

Con un relato fragmentado, Ayala apela a una puesta en escena en la que predomina el expresionismo y pasajes de sueños y pesadillas propias del surrealismo. A partir del relato introspectivo que toma la voz de su protagonista como hilo narrativo, la película se va volviendo cada vez más oscura y tortuosa a medida que crece la desconfianza de Gasper acerca de su socio y comienza a planificar un crimen perfecto, que solo falla en la mente del asesino.

Segunda película del argentino Fernando Ayala, este film noir está entre lo mejor de su producción. Basada en la premiada novela homónima del periodista y escritor Adolfo Jasca, tiene como personaje central a un cronista desesperado por salir de su vida vacua y mal paga. Tal vez el cine nunca llegó tan lejos en la radiografía de la egolatría y la vanidad del periodismo raso. El trabajo del director de fotografía Ricardo Younis fue considerado como una de las 50 mejores fotografías cinematográficas de la historia por la revista American Cinematographer. Nacido en Chile, Younis había estudiado fotografía con Gregg Toland. La música estuvo a cargo de Astor Piazzolla.

Manuel Barrientos y Federico Poore