60
1997 |
Estados Unidos
Mad City
Mad City / El cuarto poder
Director: Costa-Gavras
Reparto: Alan Alda, Dustin Hoffman, John Travolta
Periodismo como tema: Central
IMDB: 6,3/10 |
Letterdbox: 2,8/5
Después de haber sido despedido, el vigilante de un museo (John Travolta) secuestra a un grupo de niños con el objetivo de recuperar su trabajo. Un periodista televisivo (Dustin Hoffman) intenta conseguir la primicia.
Con un argumento similar a Ace in the Hole, tiene como personaje central a Max Brackett (Dustin Hoffman), un productor de noticias del canal de un pequeño pueblo del estado de California, que debe cubrir una noticia en el Museo de Ciencias Naturales, donde fueron despedidos varios empleados. Luego de terminar la entrevista, desde el baño del museo, descubre que uno de los custodios cesanteados, Sam Baily (John Travolta), amenaza a la directora y cierra las puertas del Museo, quedando una veintena de niños como rehén. Por accidente, Baily hiere al otro guardián y Brackett, desde el baño, ordena a su camarógrafa que avise al canal. A partir de ese momento, el noticiero transmite en vivo y el periodista trata de guiar al custodio para alargar la situación y lograr mayor rating.
Con el objetivo de conservar su exclusiva, Brackett se posiciona como consejero del protagonista de su noticia, usando su experiencia en la cobertura de situaciones similares. Así, le recomienda que primero pida dinero y un auto para escapar. Por otro lado, le muestra la cantidad de gente que mira desde las puertas del museo y le explica: “Esa es la opinión pública, una fuerza poderosa. Ahora tienes un problema. Esa gente te odia con pasión. Tienes a niños de rehenes y eso es malo. Creen que estás loco”. Así le ofrece al custodio el apoyo de esa “opinión pública”; a cambio, le pide que le deje ingresar una cámara. Una entrevista servirá para que la gente lo conozca, le explica. Además, el periodista también manipula a la policía, asustándola con la inestabilidad emocional del custodio y la cantidad de dinamita que presuntamente posee el empleado. “La cárcel lo aterroriza; la televisión lo calma”, dice Brackett, con un control casi total de la situación.
Con todo, el reportero se muestra como un benefactor ante las numerosas cámaras de televisión. “Sólo estoy contento de poder ayudar a los niños”, asegura a sus colegas. Y se construye como mediador, supliendo el papel de la policía y el juez. “Espero llegar a una solución pacífica”, promete.
En la entrevista, Brackett le pide al custodio que enfatice su malestar por haber sido despedido: que llore y muestre su dolor mientras cuenta su imposibilidad de decirle a su esposa que se ha quedado sin empleo. En el cierre de la nota, el periodista reafirma la injusticia de la situación que sufre el custodio: “Tú eres Sam Baily y pides el rescate más conmovedor de todos: el perdón”.
Los canales de televisión violan la intimidad de los amigos y la familia del custodio en busca de algún detalle exclusivo. Un programa televisivo de la comunidad afroamericana exacerba la violencia, argumentando que la única víctima (el compañero herido por Baily) es de esa colectividad. Otra reportera le ofrece 10.000 dólares a la víctima para que le conceda una entrevista. A la vez, las radios y los principales diarios, entre ellos el Times, dan prioridad a la noticia. Esa sobre atención del periodismo produce la respuesta inmediata de la gente, que se acerca y acampa frente al museo. La mayoría está a favor del reclamo del custodio.
La relevancia de la noticia estimula a que el conductor nacional (Alan Alda) de la cadena en la que trabaja Brackett decide ir hasta Madeline para cubrir el acontecimiento en directo. El personaje de Alda es el prototipo del periodista “objetivo” y “serio”, es un “paladín” de la corrección política frente al sensacionalismo de Brackett. La oposición es reforzada al hacer explícito un enfrentamiento anterior entre ambos periodistas que terminó con el desplazamiento de Max de la sede central de la cadena y su posterior llegada a la filial de una pequeña ciudad como Madeline. Así, Alda rechaza la construcción que realiza Brackett del custodio. “Dan ganas de invitarlo a pasar Navidad a casa”, dice con cinismo. Sin embargo, antes de comenzar con sus críticas a Baily pide que se realice una encuesta nacional para saber cuál es la imagen que tiene el público sobre el empleado de seguridad. También la policía y el FBI utilizan las encuestas para determinar su proceder. “No podemos hacer nada hasta que no ganemos la opinión pública”, explica un jefe a sus subordinados.
Mientras, los directivos le piden a Brackett que trate de organizar la rendición del custodio de acuerdo a las necesidades comerciales de la cadena: Baily debe entregarse de noche porque es mejor en términos comerciales y además el canal no tiene programas con mucho rating en esa franja.
Los informes de Alda logran revertir la imagen favorable del custodio. Pero Brackett advierte su intención e intenta neutralizar la jugada con una entrevista de Larry King en CNN al custodio. El intento fracasa: el público ha cambiado su parecer y dictamina que la imagen del custodio es desfavorable. Luego de tres días, Baily libera a los niños y decide detonar la dinamita que tiene consigo. Entre las luces de las cámaras de televisión, Brackett grita desesperado: “Lo matamos”.
Con el objetivo de conservar su exclusiva, Brackett se posiciona como consejero del protagonista de su noticia, usando su experiencia en la cobertura de situaciones similares. Así, le recomienda que primero pida dinero y un auto para escapar. Por otro lado, le muestra la cantidad de gente que mira desde las puertas del museo y le explica: “Esa es la opinión pública, una fuerza poderosa. Ahora tienes un problema. Esa gente te odia con pasión. Tienes a niños de rehenes y eso es malo. Creen que estás loco”. Así le ofrece al custodio el apoyo de esa “opinión pública”; a cambio, le pide que le deje ingresar una cámara. Una entrevista servirá para que la gente lo conozca, le explica. Además, el periodista también manipula a la policía, asustándola con la inestabilidad emocional del custodio y la cantidad de dinamita que presuntamente posee el empleado. “La cárcel lo aterroriza; la televisión lo calma”, dice Brackett, con un control casi total de la situación.
Con todo, el reportero se muestra como un benefactor ante las numerosas cámaras de televisión. “Sólo estoy contento de poder ayudar a los niños”, asegura a sus colegas. Y se construye como mediador, supliendo el papel de la policía y el juez. “Espero llegar a una solución pacífica”, promete.
En la entrevista, Brackett le pide al custodio que enfatice su malestar por haber sido despedido: que llore y muestre su dolor mientras cuenta su imposibilidad de decirle a su esposa que se ha quedado sin empleo. En el cierre de la nota, el periodista reafirma la injusticia de la situación que sufre el custodio: “Tú eres Sam Baily y pides el rescate más conmovedor de todos: el perdón”.
Los canales de televisión violan la intimidad de los amigos y la familia del custodio en busca de algún detalle exclusivo. Un programa televisivo de la comunidad afroamericana exacerba la violencia, argumentando que la única víctima (el compañero herido por Baily) es de esa colectividad. Otra reportera le ofrece 10.000 dólares a la víctima para que le conceda una entrevista. A la vez, las radios y los principales diarios, entre ellos el Times, dan prioridad a la noticia. Esa sobre atención del periodismo produce la respuesta inmediata de la gente, que se acerca y acampa frente al museo. La mayoría está a favor del reclamo del custodio.
La relevancia de la noticia estimula a que el conductor nacional (Alan Alda) de la cadena en la que trabaja Brackett decide ir hasta Madeline para cubrir el acontecimiento en directo. El personaje de Alda es el prototipo del periodista “objetivo” y “serio”, es un “paladín” de la corrección política frente al sensacionalismo de Brackett. La oposición es reforzada al hacer explícito un enfrentamiento anterior entre ambos periodistas que terminó con el desplazamiento de Max de la sede central de la cadena y su posterior llegada a la filial de una pequeña ciudad como Madeline. Así, Alda rechaza la construcción que realiza Brackett del custodio. “Dan ganas de invitarlo a pasar Navidad a casa”, dice con cinismo. Sin embargo, antes de comenzar con sus críticas a Baily pide que se realice una encuesta nacional para saber cuál es la imagen que tiene el público sobre el empleado de seguridad. También la policía y el FBI utilizan las encuestas para determinar su proceder. “No podemos hacer nada hasta que no ganemos la opinión pública”, explica un jefe a sus subordinados.
Mientras, los directivos le piden a Brackett que trate de organizar la rendición del custodio de acuerdo a las necesidades comerciales de la cadena: Baily debe entregarse de noche porque es mejor en términos comerciales y además el canal no tiene programas con mucho rating en esa franja.
Los informes de Alda logran revertir la imagen favorable del custodio. Pero Brackett advierte su intención e intenta neutralizar la jugada con una entrevista de Larry King en CNN al custodio. El intento fracasa: el público ha cambiado su parecer y dictamina que la imagen del custodio es desfavorable. Luego de tres días, Baily libera a los niños y decide detonar la dinamita que tiene consigo. Entre las luces de las cámaras de televisión, Brackett grita desesperado: “Lo matamos”.
Manuel Barrientos y Federico Poore