Ouistreham

Dirigida por el reconocido escritor Emmanuel Carrère, y basada en el libro de no ficción El muelle de Ouistreham de Florence Aubenas, Ouistreham narra la historia de una periodista que viaja al norte de Francia, donde se hace pasar por desempleada en un intento por conocer la difícil situación de los trabajadores precarios.

Tras la crisis mundial de 2008, Marianne Winckler (Juliette Binoche) llega a la ciudad portuaria de Caen e intenta conseguir empleo bajo su nueva identidad, una ama de casa de 48 años recién separada sin experiencia laboral. El centro de empleo que la recibe le recomienda asistir a unos patéticos talleres de confección de currículum y le aconseja venderse a sí misma como “una apasionada de la limpieza” con el único objetivo de conseguir un trabajo deshumanizante, mal pago y sin estabilidad, en escenas que recuerdan a films de Ken Loach como I, Daniel Blake (2016).

Marianne finalmente es contratada como empleada de limpieza en un ferry que lleva turistas de Caen a Inglaterra, donde experimenta de primera mano las durísimas condiciones que enfrentan los y las trabajadoras del rubro. También descubre una gran solidaridad y camaradería entre el personal y se vuelve una gran amiga de Christèle (Hélène Lambert), una madre soltera que trabaja tres turnos para poder mantener a sus hijos.
El principal eje dramático del film es la disyuntiva que enfrenta la periodista sobre si confesar o no a sus colegas y amigos su verdadera identidad y el hecho de que ella no es realmente una trabajadora precaria y mal paga sino una escritora que en cualquier momento puede renunciar a su proyecto y regresar a una vida cómoda en París, un poco como le pasaba al joven fotoperiodista de Kosovo -casualmente, novio de Binoche en la ficción- en Código desconocido (2000).

Con un elenco compuesto mayormente por actores no profesionales, Ouistreham narra con un estilo seco y simple la disyuntiva con la que se encuentran los periodistas que buscan retratar “de primera mano” este tipo de fenómenos. Por un lado, queda claro el carácter cuasi-parasitario de cierto trabajo periodístico (en un momento, la coordinadora del centro de empleo encara a Marianne y le advierte que mediante su pequeño ejercicio podría estar quitándole trabajo a alguien que lo necesita más que ella); por el otro, la protagonista le recuerda a quienes la rodean que meterse en la piel de un trabajador precario es la única forma que tiene de ir más allá de la fría estadística. Este problema queda como una tensión sin resolver. Las potentes escenas finales muestran cómo algunos de los “personajes” de su libro de no ficción -el cual finalmente presenta en una librería boutique de la capital francesa- agradecen su inclusión en la obra y se reconocen en la narración, mientras que otros, como Christèle, se sienten traicionados. Estos últimos terminan resintiendo el abuso de confianza de la cronista, que los usó durante un tiempo para esta suerte de experimento sociológico y luego los abandonó para buscar otro submundo que pueda servir de material para su próximo best seller.