1959 |
Argentina

Reportaje en el infierno

Reportaje en el infierno

Director: Román Viñoly Barreto
Reparto: Nathán Pinzón, Nélida Bilbao, Osvaldo Miranda
Periodismo como tema: Central
star
IMDB: N/A/10 |
Letterdbox: N/A/5

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Un periodista obsesivo ingresa en un psiquiátrico donde varios crímenes están por ocurrir.
Rodada en 1951, aunque estrenada recién ocho años después, Reportaje en el infierno tiene como personaje principal a un periodista obsesivo que se interna en una clínica psiquiátrica donde ocurrirán varios asesinatos, anticipándose en su trama a la emblemática Shock Corridor (Sam Fuller, 1963). El arranque es electrizante: un periodista termina de escribir una carta en la redacción del diario La Tarde y se pega un tiro en la sien. En la misiva se lee: “Ernesto, querías algo sensacional, te haré el gusto. Me voy al infierno a reportear asesinos, Arturo”. Sus colegas llaman con rapidez a la ambulancia y a la policía y logran trasladarlo a un sanatorio antes de que pierda la vida.

El uso del flashback nos muestra a Alfredo Long (Osvaldo Miranda) obsesionado con escribir una nota acerca de una estafa con un banco de tierras. Su jefe y amigo Ernesto Lamas le dice que deje esa investigación, que busque otros temas, porque hace una semana que no publica ninguna nota. “Al fin de cuentas, primero está el diario, no podemos permitirnos las fantasías de detective aficionado”, le reclama. Alfredo pide tiempo y promete que va a encontrar algo sensacional. Su futuro suegro es un psiquiatra reconocido y teme que el reportero sufra un surmenage. “Se está convirtiendo en la víctima de sí mismo”, diagnostica. Pese a las advertencias, el periodista está dispuesto a ir a fondo con su investigación y trabaja junto a un comisario (interpretado por un intrigante Nathan Pinzón) sobre una hipótesis que les permitiría develar a los estafadores. En la redacción, están preocupados porque no tienen ninguna nota para la sección policial y Lamas decide ponerle límites a Long. Cansado de las dilaciones, le dice que lo mejor que puede hacer es “pegarse un tiro”. La trama vuelve al hospital, donde Alfredo se repone de sus heridas, pero parece atado a sus obsesiones. Aún dice que quiere escribir una nota sobre el caso de las estafas y que quiere convertirse en el periodista más grande de todos los tiempos. Su suegro decide internarlo en el neuropsiquiátrico que dirige. Y allí está internado Benjamín Gold, el ex presidente del banco de tierras. Así que Long aprovecha sus días de internación para intentar descubrir la trama detrás del desfalco hipotecario.

Fue la última película de los estudios Lumiton, que también había nacido con una fuerte vinculación con el mundo del periodismo y los medios de comunicación. Pero el final no fue para nada feliz. Los choques entre el Viñoly Barreto y la casa productora por la crudeza del tratamiento hicieron que el estreno se demorase casi una década. Recién llegó a las salas a fines de 1959, con una versión que había suprimido casi un tercio del metraje, lo que generó el enojo del director.

Manuel Barrientos y Federico Poore