73
1953 |
Estados Unidos
Roman Holiday
Vacaciones en Roma / La princesa que quería vivir
Director: William Wyler
Reparto: Audrey Hepburn, Eddie Albert, Gregory Peck, Hartley Power
Periodismo como tema: Central
IMDB: 8,0/10 |
Letterdbox: 4,0/5
G Oscar
Cansada de la vida cortesana, una princesa escapa a la supervisión del personal de protocolo durante una visita oficial a Roma y decide vivir una vida común por un día, donde conoce a un periodista norteamericano.
Cansada de los ritos de protocolo y ceremonial durante una gira por Europa occidental, la princesa Ann (Audrey Hepburn) decide escapar y recorrer las calles de Roma. Un corresponsal norteamericano, Joe Bradley (Gregory Peck), la encuentra dormida a la intemperie y la cobija en su casa. Cuando descubre la verdadera identidad de Ann, oculta su trabajo y le propone guiarla por las principales atracciones turísticas romanas. Con la compañía de un fotógrafo (Eddie Albert), entiende que tiene una nota exclusiva que puede sacarlo de sus penurias económicas.
La relación entre el periodista y su fuente va de la desconfianza mutua a la gestación de un amor que la película deja vislumbrar como imposible por las desigualdades sociales. Ambos ocultan sus identidades y pueden avanzar en la relación al poner entre paréntesis por un día la distancia entre sus orígenes sociales.
Obra maestra de la comedia romántica, Roman Holiday es la inversión del cuento clásico de la Cenicienta. Una princesa decide bajar al llano y mezclarse con la plebe para escapar de las ataduras del ceremonial y el protocolo. Uno de los grandes aciertos es la puesta en escena: Wyler vampiriza las propuestas formales del naciente neorrealismo italiano y saca al mismo tiempo a su protagonista y al propio rodaje a las calles romanas. Es una película sencilla y ligera, que representó el salto al estrellato de Audrey Hepburn y la consolidación de Gregory Peck. Si la película comienza con las imágenes imponentes y la pomposa locución del Paramount News que anuncia la gira de la princesa Ann por las principales capitales europeas, luego la película va rompiendo con el mundo palaciego y se acerca a la vida de los habitantes romanos de las clases populares. Y si la princesa sale a las calles, es en las calles donde habita el periodismo. Peck compone a un periodista más preocupado por las rondas de whisky y póker que por su trabajo. Pero ese vagar es el que le permite encontrar a Ann.
Bradley vive en la piecita de una pensión, adeuda varios meses de renta y cuenta las liras para llegar a fin de mes. Su trabajo en la American News Service pende de un hilo. Trasnochado, llega tarde a cubrir la conferencia de prensa de la princesa y no duda en mentirle a su editor acerca de las respuestas de Ann, aunque en realidad esas declaraciones nunca se hayan producido.
Al igual que en las screwball comedies de los años treinta, en Roman Holiday también es central la distancia social entre la protagonista femenina y su par masculino. Y es el periodismo la representación de las clases trabajadoras, pero a la vez bohemias, cuyo oficio le permiten el acceso a ese mundo al que, sin embargo, no pertenecen.
Como en It Happened One Night, el periodista ve una oportunidad económica en ese encuentro fortuito con una representante de la aristocracia (en este caso, de la nobleza europea y no de la plutocracia norteamericana). Como en It Happened One Night, ambos mundos van convergiendo y finalmente el periodista decide renunciar a la posibilidad de ganar unos buenos billetes por una nota lograda a fuerza de engaño mutuo. Sin embargo, aquí no hay romance consolidado y la distancia entre un periodista de una agencia norteamericana y una princesa europea se vuelve imposible de franquear.
Wyler convocó a Dalton Trumbo para realizar el argumento y el guión, pese a que figura en las listas negras del macartismo. Película sobre el ocultamiento de identidades, Trumbo debió figurar en los créditos bajo el seudónimo de Ian McLellan Hunter. Y a esa identidad falsa se le otorgó el Oscar al mejor argumento. Recién en 1993 se le atribuyó correctamente el premio y en 1993 la viuda de Trumbo, Cleo, concurrió a la ceremonia para recibir la estatuilla rectificada.
La relación entre el periodista y su fuente va de la desconfianza mutua a la gestación de un amor que la película deja vislumbrar como imposible por las desigualdades sociales. Ambos ocultan sus identidades y pueden avanzar en la relación al poner entre paréntesis por un día la distancia entre sus orígenes sociales.
Obra maestra de la comedia romántica, Roman Holiday es la inversión del cuento clásico de la Cenicienta. Una princesa decide bajar al llano y mezclarse con la plebe para escapar de las ataduras del ceremonial y el protocolo. Uno de los grandes aciertos es la puesta en escena: Wyler vampiriza las propuestas formales del naciente neorrealismo italiano y saca al mismo tiempo a su protagonista y al propio rodaje a las calles romanas. Es una película sencilla y ligera, que representó el salto al estrellato de Audrey Hepburn y la consolidación de Gregory Peck. Si la película comienza con las imágenes imponentes y la pomposa locución del Paramount News que anuncia la gira de la princesa Ann por las principales capitales europeas, luego la película va rompiendo con el mundo palaciego y se acerca a la vida de los habitantes romanos de las clases populares. Y si la princesa sale a las calles, es en las calles donde habita el periodismo. Peck compone a un periodista más preocupado por las rondas de whisky y póker que por su trabajo. Pero ese vagar es el que le permite encontrar a Ann.
Bradley vive en la piecita de una pensión, adeuda varios meses de renta y cuenta las liras para llegar a fin de mes. Su trabajo en la American News Service pende de un hilo. Trasnochado, llega tarde a cubrir la conferencia de prensa de la princesa y no duda en mentirle a su editor acerca de las respuestas de Ann, aunque en realidad esas declaraciones nunca se hayan producido.
Al igual que en las screwball comedies de los años treinta, en Roman Holiday también es central la distancia social entre la protagonista femenina y su par masculino. Y es el periodismo la representación de las clases trabajadoras, pero a la vez bohemias, cuyo oficio le permiten el acceso a ese mundo al que, sin embargo, no pertenecen.
Como en It Happened One Night, el periodista ve una oportunidad económica en ese encuentro fortuito con una representante de la aristocracia (en este caso, de la nobleza europea y no de la plutocracia norteamericana). Como en It Happened One Night, ambos mundos van convergiendo y finalmente el periodista decide renunciar a la posibilidad de ganar unos buenos billetes por una nota lograda a fuerza de engaño mutuo. Sin embargo, aquí no hay romance consolidado y la distancia entre un periodista de una agencia norteamericana y una princesa europea se vuelve imposible de franquear.
Wyler convocó a Dalton Trumbo para realizar el argumento y el guión, pese a que figura en las listas negras del macartismo. Película sobre el ocultamiento de identidades, Trumbo debió figurar en los créditos bajo el seudónimo de Ian McLellan Hunter. Y a esa identidad falsa se le otorgó el Oscar al mejor argumento. Recién en 1993 se le atribuyó correctamente el premio y en 1993 la viuda de Trumbo, Cleo, concurrió a la ceremonia para recibir la estatuilla rectificada.
Manuel Barrientos y Federico Poore