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2003 |
Estados Unidos, Canadá

Shattered Glass

El precio de la verdad / El fabulador

Director: Billy Ray
Reparto: Chloë Sevigny, Hank Azaria, Hayden Christensen, Melanie Lynskey, Peter Sarsgaard, Rosario Dawson, Steve Zahn
Periodismo como tema: Central
star
IMDB: 7,2/10 |
Letterdbox: 3,4/5

N Golden Globes

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Un joven periodista cae en desgracia tras descubrirse que había falseado buena parte de sus artículos para The New Republic.
El joven Stephen Glass (Hayden Christensen) es uno de los periodistas del momento. Como editor asociado de The New Republic, uno de los medios más influyentes entre los círculos políticos de Washington, los artículos que publica son tremendamente buenos. ¿De dónde saca esas historias increíbles sobre convenciones políticas fuera de control y acuerdos millonarios entre empresas de software y hackers menores de edad?
Una luz de alerta se enciende cuando su primer jefe, el sensato Michael Kelly (Hank Azaria), es avisado sobre posibles inconsistencias en una nota de Glass que detalla incidentes con alcohol y prostitutas durante una convención del Comité Nacional Republicano Universitario. Luego de un breve intercambio en su oficina, Kelly parece satisfecho con la respuesta de su reportero y le dice que no tiene nada de qué preocuparse aunque, como buen editor, por si acaso chequea la información.

Al poco tiempo, Kelly -de buena relación con Glass y el resto del staff- es despedido de manera poco prolija y su lugar es ocupado por el hasta entonces cronista Charles “Chuck” Lane (Peter Sarsgaard). Glass escribe una nota titulada “El paraíso de los hackers” que describe la asombrosa contratación de un hacker adolescente por parte de una compañía de software a la que intentó infiltrar. El artículo llega a la redacción del sitio Forbes Digital Tool, donde el periodista Adam Penenberg (Steve Zahn) no encuentra evidencia alguna de los hechos descritos. “Hay un solo dato en este artículo que es verdadero”, le dice a su colega. “Parece que efectivamente hay un estado de los Estados Unidos llamado Nevada”. Penenberg se pone en contacto con Lane, que ahora oficia de poco popular redactor en jefe de The New Republic, y le comenta sus sospechas. Pronto los tres (Penenberg, Lane y Glass) mantienen una conferencia telefónica en la que el redactor de Forbes Digital Tool continúa erosionando la credibilidad del artículo. Sin embargo, el joven periodista no confiesa: le echa la culpa a los correctores por algunos de los errores, y se limita a “admitir” que al parecer fue engañado por sus fuentes.

En un último intento por proteger a Glass, su editor lo lleva al centro de convenciones donde asegura que el encuentro tuvo lugar, pero lo único que hace es terminar de convencerlo de que todo es una gran mentira. Una y otra vez, el joven redactor intenta salir de su embrollo apelando a las emociones. “Me siento atacado. Eres mi editor, se supone que deberías apoyarme, ¿y estás tomando su palabra contra la mía?”, le dice, pero esta vez el hechizo no surte efecto. Por el incidente, Lane suspende a Glass por dos años (echarlo hubiese sido una decisión muy impopular entre su staff), pero tras descubrir nuevas y graves mentiras -como que el supuesto CEO de la empresa de software que había llamado a la revista era en realidad su hermano- lo echa para siempre de la publicación. Más tarde, Glass se encuentra con su antiguo editor, que a pesar de no llevarse en buenos términos con su predecesor, apoya la decisión con argumentos sensatos: “Tengo que decirte, Steve, que está en su derecho. Las cosas que hiciste fueron faltas sancionables con despido”. A pesar de la resistencia inicial hacia su liderazgo, Lane es apoyado por todo su staff por sacar a la luz el engaño.

La lista de escenas y citas relevantes para el oficio periodístico es interminable. Por un lado, hay un foco muy interesante puesto en el riguroso, pero no infalible, proceso de fact-checking llevado adelante por ciertas publicaciones prestigiosas, algo que esta película hace más y mejor que True Story (2015). El film incluso lista, mediante el elegante recurso cinematográfico de una suerte de falso flashback, todos los pasos por los que debe pasar un artículo en este tipo de revistas antes de ver la luz. “No se puede entrar en el mundo del periodismo sin entender primero cómo se edita un artículo en un lugar como The New Republic. Es un sistema que Michael Kelly trajo consigo de The New Yorker, una prueba de tortura de tres días. Si tu artículo es bueno, el proceso sólo lo mejorará. Si tu nota es precaria, te espera una larga semana”, explica el protagonista. “Llega un artículo y pasa a un editor en jefe. Éste lo edita en la computadora y luego llama al autor de la nota, que hace las revisiones. A continuación, el artículo pasa a un segundo editor, y el autor lo revisa de nuevo. A continuación, el artículo se somete a un proceso de fact-checking, en la que se comprueba y verifica cada dato del artículo, cada fecha, cada título, cada lugar o afirmación. A continuación, el artículo pasa a un corrector de originales, donde se vuelve a examinar. Luego pasa a los abogados, que aplican su propia carga de la prueba. Marty también lo examina. Le preocupa mucho cualquier tipo de afirmación que haga la revista. Luego la producción lo toma y lo pone en columnas de determinado ancho y estilo. Luego vuelve al papel, al redactor de la nota, de vuelta al corrector, de vuelta a los editores uno y dos, al verificador, al redactor y de nuevo a producción. En todo momento, esos abogados leen y releen, buscando señales de advertencia, cualquier cosa que parezca no corroborada. Una vez que están satisfechos, las páginas se reimprimen y todo vuelve a suceder. Todos los editores, los fact-checkers, lo revisan por última vez.”

Otra de las escenas muestra una charla telefónica “de editor a editor, off the record y de ser humano a ser humano” entre Lane y el editor de Forbes Digital Tool. “No estoy preocupado por mí ni por la revista. Pero hay un chico que básicamente se metió en un lío. Un gran lío. Descuidó la calidad periodística de su nota. Lo sabemos. Pero estamos tratando de manejarlo internamente por ahora, tal como lo harías tú”, dice el primero. “Mira... vamos a publicar algo por el estilo de que alguien jugó buena una broma, de que unos hackers muy inteligentes lograron crear una falsa ilusión”, es la respuesta de su colega. “No puedo decirles lo que tienen que publicar o no. Ustedes son periodistas”, concede Lane, en un último intento por negociar. “Pero él y su carrera podrían salir muy lastimados por esto que van a publicar”. Más tarde, cuando descubre el verdadero alcance de las falsificaciones, su postura frente al director de la publicación ya es otra: “Ha adulterado sus notas, Lew. Considera eso por un segundo, ¿sabes? Se sentó, y escribió a mano un montón de citas falsas, y luego las entregó como material en crudo para el fact-checking. ¿No te ofende eso?”.

Un tercer aspecto, como observa el crítico Roger Ebert, es que el film muestra dos tipos de mujeres periodistas. Las colegas de The New Republic (Chloe Sevigny y Melanie Lynskey) admiran y protegen al protagonista por la humildad que muestra frente a esas historias increíbles que se mueren por haber escrito. La periodista de Forbes Digital Tool (Rosario Dawson) adopta otra estrategia: cuando se entera que hay una buena historia, reclama su lugar. “Ya que trabajé en esto, ¿hay alguna chance de que compartamos firma?”, le pregunta a su compañero.

También resultan relevantes algunas de las citas que Glass durante una charla a estudiantes de su escuela secundaria (charla que nunca ocurrió): “Hay buenos editores y malos editores. Tendrán ambos. Mi esperanza para ustedes, sin embargo, es que alguna vez, al menos una vez, tengan uno verdaderamente grande. Un gran editor defiende a sus escritores contra cualquiera”, dice el joven periodista. Otra, sobre la gran influencia que ejerce la publicación para la cual trabaja: “Hay 16.800 revistas en este país. Pero sólo una se autodenomina la revista a bordo del avión presidencial. Y esa es la emoción de trabajar en The New Republic. Te pagan mal, la cantidad de horas de trabajo es brutal, pero lo que escribes lo lee gente importante. Presidentes, legisladores. Tu trabajo puede influir en la política pública.”

Shattered Glass está basada en un artículo del mismo nombre publicado por Buzz Bissinger en Vanity Fair. Se trata del debut en la dirección del cineasta Billy Ray, quien aseguró que su gran avance a la hora de pensar la película llegó cuando cayó en la cuenta de que el verdadero protagonista de la historia no era el joven Glass sino Lane, su editor. La película fue un fracaso en la taquilla -tuvo un estreno limitado en Estados Unidos y recuperó menos de la mitad de su presupuesto de seis millones de dólares- pero fue bien recibida por la crítica, alzándose con numerosos premios y nominaciones en diferentes festivales. Más de la mitad fueron para Peter Sarsgaard por su sólida actuación.

Escribiendo para el New York Times, A.O. Scott llamó al film “un análisis serio y bien documentado de la práctica periodística” y “un drama astuto y sorprendentemente apasionante”.

Manuel Barrientos y Federico Poore