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1999 |
Estados Unidos

The Insider

El dilema / El informante

Director: Michael Mann
Reparto: Al Pacino, Christopher Plummer, Philip Baker Hall, Russell Crowe, Stephen Tobolowsky
Periodismo como tema: Central
star
IMDB: 7,8/10 |
Letterdbox: 3,9/5

N Oscar, N Golden Globes, N BAFTA

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Jeffrey Wigand, científico y directivo de una famosa tabacalera, descubre el secreto que la industria oculta celosamente: las sustancias que crean adicción en los fumadores. Lowell Bergman, un productor televisivo, arriesga su carrera al invitarlo a su programa.
Basada en una historia real, narra la cobertura del programa 60 minutes de la CBS acerca del caso que culminó con la condena de las principales tabacaleras norteamericanas.

En los sistemas de comunicación son usuales las críticas hacia el sistema político. Sin embargo, no parece ser proporcional la denuncia a las desigualdades producidas por el poder económico. Los principales méritos de The Insider, se encuentran en la representación de la figura del periodista como catalizador de la denuncia de la corrupción de los grandes conglomerados económicos (en este caso, las tabacaleras norteamericanas) y, a la vez, en la puesta en escena de los conflictos internos que se desatan en los sistemas de comunicación ante las amenazas económicas y las operaciones de prensa realizadas por esas grandes empresas. Es decir, el filme representa la lucha -desigual- por la promoción, o el ocultamiento, de un acontecimiento que debería ser público, y que se teje entre los periodistas, los productores, los dueños de las empresas periodísticas y las grandes empresas afectadas por la denuncia. Así, intenta mostrar cómo el nacimiento de las noticias está signado por un entramado de múltiples presiones tanto dentro de la redacción, como por fuera de ella.

En el filme, el productor televisivo Lowell Bergman (Al Pacino), del prestigioso programa “60 minutos” de la CBS, recibe una información anónima sobre un caso de “propensión de ignición” en la empresa Phillip Morris. El periodista decide consultar al científico Jeffrey Wigand (Russell Crowe), vicepresidente corporativo despedido en forma reciente de una tabacalera. El problema surge ante la indecisión de Wigand, que duda a la hora de hacer público su testimonio, debido a que tiene un acuerdo de confidencialidad con la compañía en la que trabajaba. Además, sus antiguos patrones amenazan a su familia.

Sin embargo, luego de que Bergman logra que Wigand testifique contra las empresas sobre el uso de productos cancerígenos para generar adicción, las tabacaleras comienzan a operar en los demás medios para desacreditar la denuncia de Wigand. Así, los principales diarios, como Wall Street Journal y Washington Post preparan investigaciones sobre el científico a partir de los informes que hacen circular los expertos en comunicación de las empresas.

Las manipulaciones se montan sobre la urgencia de la rutina periodística, a sabiendas de que la “disponibilidad” del material es uno de los criterios que guían al periodismo a la hora de evaluar la “noticiabilidad” de un acontecimiento. Es decir, la escasez de tiempo y de recursos parece ser un elemento fundamental en las rutinas productivas de los sistemas de comunicación. De esta forma, las fuentes empresariales pueden imponer su versión de los hechos con relativa facilidad.

Pero Bergman prepara un contrainforme que muestra la falsedad (o la irrelevancia) de los datos sobre la vida privada de Wigand que intentan hacer publicar las tabacaleras. Así, el periodista prepara a su fuente. “Van a mirar debajo de cada roca, desenterrarán cada falla, cada error que hayas cometido. Van a distorsionar y exagerar cada cosa que hayas hecho en tu vida”, le anuncia. La estrategia de las tabacaleras es simple: arruinar la reputación del científico para que nadie escuche lo que tiene para decir. El productor, entonces, trata de proteger a su fuente y se contacta con los jefes de redacción de los diarios para que demoren la publicación de los informes contra Wigand. A la vez, envía sumarios a los periodistas y les pide que chequeen la información. Finalmente, logra que la prensa publique una serie de artículos que denuncian la campaña de desacreditación que realizaron las compañías tabacaleras.

The Insider también va a contrapelo del cine de Hollywood de esos años con la representación de los conflictos que se desatan internamente en la producción del programa y con los directivos del canal CBS. Los directivos temen que las empresas tabacaleras presenten una demanda por “interferencia agraviosa” en el acuerdo de confidencialidad y puedan quedarse con la mayoría del paquete accionario del canal. El enojo de Bergman no se hace esperar. “¿Interferencia agraviosa? A eso nos dedicamos. Sucede todo el tiempo. Es una organización noticiosa. La gente siempre nos dice cosas que no debe. Tenemos que verificar que sea verdad, por el bien del público. Y si lo es, lo transmitimos”, replica Bergman. Sin embargo, los abogados de la CBS explican que mientras mayor sea la verdad del testimonio de Wigand, mayor es el daño. La compañía tabacalera es “la dueña de la información que él está divulgando”, según los abogados. De esta manera, el director de noticias de la cadena decide no emitir la entrevista y obliga a Bergman a editar el material. Sin embargo, el productor se niega. “¿Desde cuándo el periodismo investigativo permite que los abogados determinen el contenido noticioso de 60 minutos?”, pregunta. Además, sabe que existe un acuerdo de venta de CBS con Westinghouse y la demanda de la tabacalera arruinaría la fusión. Tanto los abogados como el presidente de noticias se beneficiarían con la venta. Así, Bergman ataca al productor ejecutivo Don Hewitt (Phillip Baker Hall) y a Mike Wallace (Christopher Plummer), el conductor del programa, porque no se atreven a emitir la versión completa del informe. “¿Qué eres: hombre de noticias u hombre de negocios?”, le reprocha Bergman a Hewitt. Wallace reconoce el error y el programa finalmente emite la entrevista. En el canal, todos festejan por ganar en las listas de rating. Sin embargo, Bergman renuncia al programa.

A través de la puesta en escena de una historia real, la película demuestra la presión que ejercen las grandes corporaciones para que los sistemas de comunicación acepten y difundan una gran cantidad de contenido “pre-elaborado”. En otras palabras, cómo el acceso a los sistemas de comunicación es, sin dudas, un índice de poder. También da cuenta de los desafíos que se le presentan a los actores de la vieja guardia (el personaje de Bergman, representante de la “new left” de los ’60) ante la consolidación de los grandes conglomerados del infoentretenimiento que suelen favorecer la difusión de las informaciones que favorezcan la continuidad del estado de cosas en el que han crecido económicamente. Una práctica de resistencia que aquí se revela como difícil y desigual, pero posible.

Manuel Barrientos y Federico Poore