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1984 |
Estados Unidos

The Killing Fields

Los gritos del silencio

Director: Roland Joffé
Reparto: Haing S. Ngor, John Malkovich, Sam Waterston
Periodismo como tema: Central
star
IMDB: 7,8/10 |
Letterdbox: 3,8/5

G Oscar, G Golden Globes, G BAFTA, N César

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Un periodista del New York Times llega a Camboya y se vale de un contacto local para que le sirva de guía e intérprete. Cuando cae el gobierno, ambos buscan refugio en la embajada francesa, pero sus chances de escapar disminuyen a cada momento.
El periodista del New York Times Sydney Schanberg (Sam Waterston) llega a Phnom Penh en 1973, donde es recibido por el periodista camboyano e intérprete Dith Pran (Haing S. Ngor), quien pronto le informa sobre un incidente ocurrido en el pueblo de Neak Leung, bombardeado por aviones norteamericanos. Para llegar allí, una zona supuestamente vedada a la prensa, Schanberg le ofrecerá 150 dólares a la policía local para que los lleve en uno de sus barcos.

Desde el principio del film se da a entender que el periodista cuenta con recursos para moverse por el área, como muchos corresponsales occidentales en países del Tercer Mundo (donde, por otra parte, su dinero vale más). No hay, o al menos no se muestran, conflictos abiertos con sus editores o jefes, y al menos una de sus coberturas sale publicada en primera plana.

Como todo corresponsal de guerra, Schanberg debe moverse con cautela entre los ejércitos en conflicto, con la policía local y, en este caso, con las fuerzas de ocupación norteamericanas. El cronista desconfía de los generales norteamericanos a tal punto de que ignora la versión oficial sobre el incidente en Neak Leung y acude por sí mismo al pueblo para observar de primera mano el alcance de la masacre.

La película tematiza y dramatiza los peligros que corren los periodistas en territorio extranjero cuando son abordados por guerrillas o ejércitos en el marco de guerras civiles o dictaduras (Camboya tuvo ambas en la década del setenta) y sufren el secuestro de sus materiales de trabajo, encarcelamientos prolongados e, incluso, el riesgo de ejecución.

The Killing Fields forma parte de una serie de películas realizadas durante la década del ochenta que tienen como protagonistas a los cronistas de guerra. Algunas de ellas son Die Fälschung (1981), The Year of Living Dangerously (1982), Under Fire (1983), Salvador (1986), Deadline (1987) y Cry Freedom (1987).

El periodista sigue siendo crítico del poder pero ya no lo es más en su país de origen. Muestra de eso es que mientras se desarrolla la crisis del Watergate, Schanberg está viajando hacia el Aeropuerto Internacional de Nom Pen. Como espectadores, oímos un informe sobre los últimos días de la presidencia de Nixon que el cronista no llega a escuchar porque está “en otra”, cubriendo conflictos internacionales.

El papel del periodista como informador neutral está destacado en diferentes tramos de la película. Pero si bien el cronista es mostrado como una persona valiente, no termina de ser un héroe, como lo hubiese sido en otro momento de la historia de la representación de los periodistas en el cine. En un momento del film, ya de vuelta en Nueva York, Schanberg asiste a una ceremonia donde es premiado por sus coberturas y donde se encuentra con el fotoperiodista Al Rockoff, quien lo encara y le recrimina no haber hecho lo suficiente por rescatar a su colega camboyano. Enojado, Schanberg le responde: “La vida no es una película de los años ‘40. ¡No puedes simplemente subirte a un avión y arreglar el mundo!”. Hay algo de verdad metadiscursiva en sus palabras: ni los periodistas ni las películas sobre periodistas en los ochenta pueden simplemente “subirse a un avión y arreglar el mundo”. Los cronistas de guerra de los ochenta no van armados ni combaten a los nazis a puño limpio, apenas buscan retratar el horror de una guerra que no controlan con su cámara portátil. Son también, acaso, personajes menos políticos que los de los ‘70. Si hay alguna mención a planes secretos del gobierno es en función de las víctimas que causan. El discurso de Schanberg tras ser premiado critica al gobierno por no “preocuparse” por “los camboyanos” sino apenas en “lo abstracto como instrumento de su política”. “Dith Pran y yo, tratamos de recoger y hacerles entender las consecuencias de estas decisiones para la gente real. Para los seres humanos.” Es la década del Live Aid y de los recitales de Amnesty. Al decir de Alain Badiou, este tipo de películas actúan como un humanismo sin programa que solo trata al hombre “en la gravosa forma del torturado, el masacrado, el hambriento, la víctima de genocidios”. En él, dice Badiou, “el hombre sólo existe en cuanto es digno de compasión. El hombre es un animal lastimoso.”

En todo caso, un gran acierto de The Killing Fields es mostrar la diferencia entre las personas que experimentan los horrores de la guerra porque viven allí y los periodistas que entran y salen del país. Cuando las cosas se ponen feas Schanberg regresa a Nueva York, pero tantos otros, incluyendo los cronistas locales, se quedan atrás. Vinculado a eso, aunque no tematizado en esta película, es el rol de los cronistas de guerra que paran en hoteles céntricos, lujosos y/o lejanos y cuyo conocimiento de primera mano del conflicto es, por lo menos, discutible, tal como se trata en los primeros minutos de True Story (2015).

Se trata del debut detrás de cámaras de Roland Joffé, quien décadas más tarde dirigiría There Be Dragons (2011), la historia de un periodista que descubre la relación entre su padre y el fundador del Opus Dei. Sam Waterston es reconocido entre las generaciones más jóvenes por su rol como Charlie Skinner en la serie televisiva The Newsroom (2012-2014). El periodista y refugiado camboyano Dith Pran es interpretado por el médico Haing S. Ngor, también un sobreviviente del holocausto camboyano. Por su papel en The Killing Fields se alzó con el Oscar al mejor actor de reparto y se llevó premios similares en los Golden Globes y los premios BAFTA. Es, junto con Harold Russell, el único actor no profesional en ganar un Premio de la Academia.

Manuel Barrientos y Federico Poore