Z

El diputado y doctor Z (Yves Montand), líder del partido opositor de un país que no se menciona pero que parece ser Grecia, se prepara para dar un discurso político. Las fuerzas de seguridad del gobierno, si bien no prohíben el evento, tampoco hacen mucho por evitar una contramarcha de la derecha. En medio de un ambiente muy caldeado, Z es golpeado por un matón y fallece a las pocas horas. La policía y el gobierno intentan instalar la idea de que el diputado murió atropellado por un conductor ebrio, pero el juez del caso (Jean-Louis Trintignant) y un fotoperiodista (Jacques Perrin) intentan averiguar la verdad.

El cronista, al que los créditos del film nombran apenas como “el fotoperiodista”, sabe del ataque pero no tiene fotografías para probarlo (había sido escortado por las fuerzas de seguridad antes del incidente). Por eso lleva adelante su propia investigación, principalmente en hospitales. Primero intenta hablar con la esposa del fallecido (intentándose ganar su confianza diciéndole que era un gran admirador de su marido) y luego visita a uno de los testigos del hecho, también convaleciente. “Las personas deben verte y saber que has sido atacado para evitar que cuentes algo importante”, le explica. El testigo, muerto de miedo, dice que si lo identifican los matones volverán por él. “Si te vuelves famoso ya no se animarán. Pero primero los periódicos tienen que hablar de ti”, insiste el periodista.

Z prefigura el modelo de thriller político de la década siguiente (de The Parallax View a All The President's Men), donde hay conspiraciones a gran escala y héroes solitarios que buscan desenmascarar el encubrimiento. Debut en la dirección del director griego Costa-Gavras, que seguiría abordando el rol del periodismo en Missing (1982) y Mad City (1997).